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domingo, 4 de marzo de 2012

Ese gran desconocido.

Jamás has oído su nombre, no sabes a donde va, de donde viene, ni si quiera le conoces. Tan sólo le has visto pasar un par de veces por delante tuya. Pero el tan sólo cruzar tres palabras con él sería suficiente. Suficiente para hacerte feliz ese día, para dibujarte una sonrisa en la cara. Cada vez que te preguntan que si crees en el amor a primera vista, tú ya sabes la respuesta. Lo primero que se te viene a la mente es ese chico que ves por la calle, del que ni si quiera sabes su nombre, pero tampoco lo necesitas saber. Te basta con encontrartelo al menos una vez al día, cosa que ves casi imposible. Pero ese es tu mayor deseo. No sabes nada de él, no has hablado con él en la vida, pero si un día no le ves, ya le echas de menos. Para haceros una idea, antes de estar escribiendo, perdiendo el tiempo viendo la televisión, mirando embobada el móvil o leyendo cualquier revista te tirarías 25 de las 24 horas del día sentada en la calle, en un banco, esperando a ver si en algún momento pasa por delante tuya, con sus habituales prisas. El problema no es que no sepas su nombre. El problema es que no le conoces, pero ya le echas de menos. El problema es que cada vez que sonries, el mundo, al menos para ti, se para.

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